jueves, 6 de noviembre de 2008

Las cosas inexplicables, el odio y otras malformaciones de la vida

Hace mucho que no me quejo por aquí, y en cambio hace prácticamente un mes y medio que no dejo de quejarme. Constantemente.
Me quejo de las cosas que hacen de la vida algo valioso y único, me quejo de las cosas inexplicables porque si no existiesen mi salud mental sería una manzana verde, y no un disco rayado de música desfasada.
Creo que un día escuché en una película a alguien decir que los dioses envidiaban a los mortales porque éstos eran mortales. Pues vaya, qué mamones.
Pero este blog no es un pañuelico azul celeste en el que ir dejando mis lágrimas mientras otros se preguntan cuándo va a ser el momento de darme otro igual. No quiero más pañuelos a no ser que se utilicen como indicios de citas a ciegas o para jugar a tapar ojos y desarrollar otros sentidos.


"Llegarás lejos, marmotarra blogosférica", tú ya llegaste muy alto y sé que estás esperando a que pegue el salto para alcanzarte.
Pero todo a su tiempo y con las ganas que se puedan...

Hoy he decidido volver a mostrar mi inconformismo.
Esta vez, por los momentos en los que no se puede decir nada.
Aquellos que muy inesperados llegan o simplemente quieren estar a la fuerza, y es imposible decirles que no.

Y me quejo porque no dejo de tener pesadillas, porque una señora anciana y con verrugas se ha atrevido a meterse en mi sueño, pedirme dinero, pedirme mi tarjeta de crédito ya que yo nunca llevo calderilla y no habiendo conseguido nada,
la odio por finalmente llegar a la conclusión de que lo mejor era robarme el póster de Jimi Hendrix... pero hay más y todavía más duro, por romperlo y llevárselo roto. ¡Que es mi Jimi!

Y no sigo más por aquí, que en la carrera me han dicho que los textos largos son infumables, y tienen toda la razón. Próximamente (o no), volveré a quejarme...y supongo que mejor, esto ha sido una prueba sin mucho sentido...
Lo siento por aquellos pobrecillos que lean esto...



(Éste va por Pablo Solano Codina, descansa en paz...)