lunes, 31 de mayo de 2010

El mundo ya no necesita otra canción de amor

Acércate a estas manos, que son tus manos de alquiler. Prométeme que me dejarás ganar un pulso. Luego lo que quieras: cosquillas, curvas de la vida o anillos atascados. Y me prestarás tus miedos, envueltos en papel albal. Y envolveremos los míos. Les engancharemos alfileres de colores. Jugaremos a que son una familia de erizos que no encuentran su Air Wick. Nos cansaremos y crearemos un campo de exterminio para erizos apestosos. Hartos de jugar a ser dioses volveremos al bar y pediremos vino del caro. Haré que me gusta, sólo el primer trago, luego lo escupiré disimuladamente y diré que me duele la cabeza.
Y sin más vuelta de hoja me llevarás en brazos a casa mientras me quedo dormida. No te preocuparás porque cuando duermo escucho y contesto, así que todo en orden.
Me despertaré con un mal humor que sólo unos buenos calamares podrán apaciguar. Dejaré que pruebes un poco. Nunca permitiré que te acostumbres.
Hablaremos sobre ropa interior con las escaleras mecánicas del metro, contaremos las colillas de los ceniceros y deshojaremos los folletos de información portugueses.
Finalmente, barajaremos mil finales que hubiesen sido mejores para miles de películas que no me he dignado a ver. Ni veré. Y así no habrá finales reales, nunca.