viernes, 20 de marzo de 2009

Los desconocidos

Hace unas semanas estuve pensando en como actuar ante gente que no conozco... Y es que, ¿qué le dices a alguien que no conoces? “Hola, qué tal, encantada” o, “Lo siento, soy lesbiana” o “Siéntese señora, si ya me bajo en la siguiente”. Muchas de las cosas que le decimos a un desconocido suelen ser mentira, sobre todo si hay un premio sexual al final de la conversación. Por precaución, la primera cosa que me digo a mi misma cuando salgo de casa es “todo puede ser mentira, todo puede ser verdad, tralará tralará”.

Pero a veces, una mentira de un desconocido vale más que 2kg menos. Y es que no hay nada mejor que un piropo en boca de cualquiera, a poder ser, elegante y esbelto. O con largas piernas y melena al viento. Todo vale más que un piropo materno. Ahora bien, cuando el desconocido es desagradable mejor taparse los oídos y recordar los gritos de tu madre para que vayas a poner la mesa.

La gracia de los desconocidos, es que a veces parece que les conoces. Y empiezas hablando de la música, para acabar confesando por qué le pusiste ese nombre a tu mascota o tus planes para mañana. Y eso es bonito, hasta que descubres que son las mismas tácticas que usan los horóscopos: valen para todos.

Un desconocido no es igual que alguien a quien conoces poco, pero ese alguien puede acabar siendo un desconocido muy fácilmente.

¿Cuántas veces te has cruzado con alguien y has dicho “uy, a ese le conozco, pero me da pereza saludarle…” y has girado la cara de la manera más artificial que se ha inventado? Más de una vez he hecho eso, y he oído por detrás un “hasta luego eh!” que me ha dejado con la cara roja una semana. Esos son los que conocemos, pero conocemos poco, y deberíamos dejar de engañarles, porque tampoco queremos conocerlos mucho más.

Conclusión: los desconocidos tienen su encanto, pero no hay que emocionarse demasiado, porque puede que no pasen nunca de nivel.